jueves, 27 de septiembre de 2012

La velocidad del mundo un martes con resaca

Bernardo, que las putas no se quedan a dormir. Como si no lo supieras.

Ahora que, otra cosa no, pero el café está riquísimo.

Es el mundo que gira más lento, y tu agonía con él, desgraciado. Como si no lo supieras.

Esto está cogiendo velocidad otra vez, Bernardo.

Disfruta los segundos porque luego no vas a ver nada a través del cristal. Tan solo la inercia de las cosas que fueron y serán sin darte cuenta. Y así siempre.

La realidad real duele más a cámara lenta que cuando es de mentira. Sé compasivo y ayuda a este animal aletargado, que está herido, indefenso y en calzoncillos. Ayúdate, hombre, que es ahora o es nunca hasta la próxima.

Que nos vamos ya, Bernardo. Las luces, las sombras y todo eso a través del cristal... cada vez más rápido.

Hasta que ves una luz que sobresale sobre las demás, pero ya se ha ido y aún seguirá brillando en tus retinas unos segundos. Es un instante que amenaza con cambiar tu vida, puertas nuevas abiertas de par en par... hasta que desaparece. Los rusos tienen microscopios suficientemente potentes para enfocar con precisión un recuerdo borroso, pero tú tienes astigmatismo, llegas tarde al curro y esto no hay quien lo pare.

El puto dios ha encendido una luz de guía para ti, la apaga y ahora se ríe de ti.

Pero sabes que existe.

La luz, digo. ¿Dios?... ¿A quién coño le importa? Ya se te ha olvidado.

Si alguna vez tienes un deja-vu, recuerda, Bernardo, que tuviste las claves del universo durante un segundo.

Art by Nicu

sábado, 8 de septiembre de 2012

La conga interminable

Hace cinco años se me empezó a llenar la cabeza de locos, niños gordos con gafas, ridículos hombrecillos en calzoncillos, seres deformes, y personas tristes y absurdas bailando congas al ritmo de una canción de Tom Waits. He intentado llevar una vida normal de hombre respetable, intentando que no se me note, pero todos me piden salir y algunos se manifiestan a través de mí cuando digo cosas extrañas e impulsivas.

Otros están ya muertos, y Samuel Padilla es Walter White.

Lo que no saben es que el mundo al que quieren venir es un puto asco. Ni siquiera tienen perfil en Facebook porque les da vergüenza que la gente vea los pocos amigos que tienen, no les gusta el fútbol y les importa una mierda que tengas un ipad. La industria farmacéutica sigue sin querer paliar los males de muchos de ellos y sigue habiendo padres y familiares que aún hoy seguirían abandonándolos en las gasolineras.

Pero en realidad son ellos los que pueden cambiar el mundo tras el apocalipsis que se avecina, plantar un árbol, hacer el amor y reiniciar el mundo cuando aquí no quede ni un cristo, salvo ellos y las cucarachas.