lunes, 12 de enero de 2009

Los globos van al cielo

Son las nueve y cuarto de la mañana y el tiempo corre leeeeeento… Entre cada tic y cada tac vienen a mi mente miles de cosas qué hacer durante el laaaaaargo día que tengo por delante, pero ninguna más importante que degustar esta taza de café. Las pantuflas me hacen sonreír. He descubierto que la lentitud de las agujas del reloj se debe a mis pantuflas, que no necesito un DeLorian para jugar con el tiempo, y mientras siga con ellas puestas no tengo nada que temer. Y es que las prefiero a mis nuevas Converse negras de sesenta euros en las rebajas (¿rebajas?), porque en mis pantuflas sale Homer Simpson y porque pueden parar el tiempo, como Hiro. Las otras diría que representan un preparados, listos ya del que ahora mismo no me apetece hablar porque se me jode el café.

¿Por qué siempre asociamos conceptos intangibles con cosas simples y cotidianas? Para entender mejor, supongo; pero luego, cuando simplificas demasiado nadie te entiende. Y aquí viene como anillo al dedo lo que decía, creo que Morrison: “Todo arde si le aplicas du-du-du-baum-baum-baum-baum la chispa adecuada”. Y de repente ves todo el tao y la filosofía oriental resumidos en la frase de un puto hippy. ¿Ya está? Cosas como esta me hacen pensar que debería haber estudiado formación profesional en vez de una carrera. En el fondo, es un placer sumergirse en lo simple e ir explorando cada pequeña bifurcación en pantuflas, como debe ser. Dame la llave y yo ya iré abriendo las puertas. Lo demás no me interesa; cada cosa en su momento.

Todo funciona, hasta que sucede lo de siempre: los segundos se me antojan espermatozoides retenidos que luego escapan con más fuerza; soy un globo a punto de explotar con el nudo a punto de deshacerse. Entonces, mientras abro la ventana, pienso en Morrison y su chispa adecuada, y en que nunca le hago caso. Y estoy, pero ya no estoy.

Desinflándome sin control, salgo por la ventana con brazos y piernas de confeti, directo a la carretera, me meto bajo el Seat Ibiza rojo del chunda-chunda y salgo entre las ruedas traseras disparado hacia arriba como una ce trazada desde abajo que al final de su trazo bordea con absoluta perfección el contorno de una nube de algodón donde los sueños, sueños son. Chin pon.

4 comentarios:

Sonámbula dijo...

Si todos nos calzáramos las zapatillas durante más tiempo, esta vida se comportaría de manera distinta y ya los segundos no se escaparían a borbotones cuando menos te lo esperas. Pero a la gente parece gustarle más llevar los zapatos de calle puestos y no parar de correr y correr.

smuacks!

Belén dijo...

Madre mía, dame a probar de ese café...:P

Besicos

irene buscando la felicidad dijo...

Jajajaj
No sabes como te entiendo, de veras.
Un besico, chin pon.

LU dijo...

Pantuflas cómodas, ya cedidas por el uso y un poco descoloridas. Relax, una taza de café recién hecho, el calor del hogar y el tiempo pausado. Suena espléndido.

En determinados momentos hay que hacer un gran esfuerzo para poder calzarse esas pantuflas… Pero siempre merece la pena.