viernes, 15 de mayo de 2009

La aurora de Nueva York

"A estas alturas, no me interesa conquistar el mundo. Incluso sin héroes que lo defiendan. Pim pam pum. Se empeñaban en ser demasiado perfectos, y la perfección, Gustavito, no existe si no es por un breve lapso de tiempo, como la felicidad. Es decir, toda cosa imperfecta tiende a la perfección, como el infeliz tiende a la felicidad, como la noche al día, como el caos a la armonía... Borrón y vuelta a empezar. La dualidad, el Yin y el Yang, Gustavito, fíjate lo que te digo. No te puedes quedar solo en una parte de esa dualidad porque todo es un vaivén; el vaivén del universo, que se expande y se contrae hasta que estemos todos muertos. Cada cosa tiene su vaivén, su ritmo de expansión-contracción particular. Entonces, no tiene sentido que te preguntes si eres feliz, si eres perfecto, si eres bueno... El universo te mece, y tu radio de acción-efecto equivale a prácticamente NADA con respecto a toda la infinitud del cosmos".

Gustavito Probeta, esa noche no probó bocado. "¡Uuuuugh!". Dio una patada a la bandeja de sobras que el Dr. Radzinky le pasó por debajo de la puerta y reptó hasta su rincón dejando un reguero de babas y mocos de tan descomunal berrinche. Se sentó, gimiendo, a escuchar el cri-cri de las estrellas que tan colosales lo miraban a través del ventanuco. La impotencia le llevó a pegarse varias veces con la alpargata en la cabeza agotado por pensamientos que no le llevaban a nada: una rima deforme de Lorca, fórmulas matemáticas borrosas, hipotenusas, voces familiares, olvido, borrón y vuelta a empezar con Lorca y las hipotenusas. Finalmente, cayó dormido en la más dulce de las rendiciones. Y soñó que iba en una balsa a la deriva: arrastrado, insignificante, pero más libre que nunca.

2 comentarios:

Gittana dijo...

Hola!!!! Puse un link tuyo en mi pagina para ya no perderte!!!!!

Gittana dijo...

donde estas?????