sábado, 8 de septiembre de 2012

La conga interminable

Hace cinco años se me empezó a llenar la cabeza de locos, niños gordos con gafas, ridículos hombrecillos en calzoncillos, seres deformes, y personas tristes y absurdas bailando congas al ritmo de una canción de Tom Waits. He intentado llevar una vida normal de hombre respetable, intentando que no se me note, pero todos me piden salir y algunos se manifiestan a través de mí cuando digo cosas extrañas e impulsivas.

Otros están ya muertos, y Samuel Padilla es Walter White.

Lo que no saben es que el mundo al que quieren venir es un puto asco. Ni siquiera tienen perfil en Facebook porque les da vergüenza que la gente vea los pocos amigos que tienen, no les gusta el fútbol y les importa una mierda que tengas un ipad. La industria farmacéutica sigue sin querer paliar los males de muchos de ellos y sigue habiendo padres y familiares que aún hoy seguirían abandonándolos en las gasolineras.

Pero en realidad son ellos los que pueden cambiar el mundo tras el apocalipsis que se avecina, plantar un árbol, hacer el amor y reiniciar el mundo cuando aquí no quede ni un cristo, salvo ellos y las cucarachas.

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