Astenia primaveral



Entre que llego y no llego a mi destino, te contaré como me convertí en el hombre atrapado en un bucle de tiempo infinito...


Debo decir que a mí las cosas no me salen a la primera, siempre surge algún imprevisto que hace que vuelva a andar lo andado andando lo ya andado sobre raya discontinua. Con mi bici de ruedas orbiculares voy rodando por el país de las maravillas de Villamara en el país de los sueños orbiculares como ruedas de bicicleta sobre discontinuas rayas andadas. No sé qué coño le pasa al reloj, ni mirarlo quiero, porque tanto peso en una diminuta manecilla hace que me cuestione, con todo el sopor del mundo, el verdadero peso de mi cuerpo en el acontecer de los segundos.

"Cerramos a las 12:30 durante esta semana", decía el dichoso cartel. En realidad, ya he leído miles de carteles como este; miles de excepciones ante lo normal. Y ya estoy harto.

En el camino de vuelta, me fijo otra vez: no sé qué le pasa al reloj ni a la dichosa carretera. Juraría que las líneas discontinuas están más separadas que antes. Aumenta la impaciencia. Diría que los pájaros vuelan simulando un lastre, me intimidan las miradas que se clavan en mí y luego se desvían en un segundo eterno, mi corazón late rápido buscando ansioso el necesario aporte de sangre cada vez más espaciado e insuficiente con cada latido y las palabras que uso para contarte esta historia chocan a borbotones en la parsimonia de mi boca. Hoy, definitivamente, me rindo y acepto mi sino, me rindo a la gravedad que quiere detener mi avance. Puedes poseer mi voluntad, que yo no voy a resistirme más.

Entre que llego y no llego a mi destino, te contaré como me convertí en el hombre atrapado en un bucle de tiempo infinito...


Ilustración: Josh Sommers