La noria

Extraído de un folleto publicitario:


 

Subes cada vez más y llegas a la parte más alta. Felicidad la llaman.

Sientes vértigo, miedo de caerte, pero la adrenalina se dispara. Te sientes feliz en ese asiento que se balancea de un lado a otro. Es el momento de bajar y la alegría ya no es tanta, las emociones vuelven a estabilizarse y, a medida que vas bajando, estas tienden a ser cada vez más negativas. Luego vuelves a subir. Y bajar. Subir. Y bajar.

Pequeño Gafotas vive en Caos. Esos sectarios sabiondillos y miopes entregados a lo fácil le tienen lavado el cerebro con sus falsas interpretaciones del carpe diem. Le diagnosticaron trombosis vital derivada de ombliguismo exacerbado, por analizar cada una de sus emociones con lupa al borde del colapso. Quisiera ver más allá de su claustrofóbica cabina, prisión de las emociones entre las que se pierde y que controlan su voluntad, a la deriva de los acontecimientos, quizás persiguiendo algún borroso horizonte fantasma.

Pequeño Gafotas nunca lo va a reconocer —pues quiere pensar que vive la vida en plenitud—, pero le tiene envidia a su hermano mayor, que ve la noria entera y sabe que lo que sube, baja, y lo que baja, sube. Sabe dónde va y nunca pierde de vista su horizonte allá a lo lejos. No necesita creer en falsos profetas con gafas defectuosas, ¿qué más le da? Comprende el funcionamiento constante de la noria y por eso disfruta de cada vuelta.

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